jueves, 10 de marzo de 2011

Capítulo Dos de Barajas - El silencio adormece el tiempo.

Como pude metí su cuerpo en la parte trasera del coche. Estaba vomitando y suplicando que lo llevara al hospital. Maldita ironía. Dejaría el coche en el próximo descampado que encontrase. Y dejaría el arma bien cogidita entre sus manos.

No suelen estrujarse la cabeza en estos casos. Aunque no coincida la trayectoria, ni la posición del cuerpo. Era un cualquiera. Suicidio y caso cerrado.

lo malo es que el cadáver y el coche me pesaban. Quizás si no hubiera disparado tanto. Pero ahora que lo pensaba de no haber sido así no podría estar conduciendo con un muerto manchando de sangre la tapicería trasera del mustang.

Quizás hubiera muerto. Mi acompañante también lo estaba. ¿Han escuchado alguna vez las últimas palabras del que se está marchando? Suelen repetir uuuna y otra vez la misma frase. Cada vez tomando más aire, malgastado por sus pulmones que apenas quieren ya respirar. Y se atragantan. Y cuando llega el final. El silencio adormece el tiempo.

Ni descampados ni hostias. Me tomé la licencia de conducir algo más lento. Pero mirando por todos los espejos. Rebuscando entre los ángulos. Me di por vencido. Busqué una callejuela y lo aparqué sobre el bordillo. Coloqué el arma y tumbe a mi amigo para que no se viera desde fuera. Ya no hablaba. No le cerré los ojos, eso me parece una mariconada absurda como poner monedas sobre ellos.

Me alejé unas manzanas. Había un bar. […]

Abrí como pude la puerta. Todo lo que había dentro de mí estaba agitado. Temblando me apoyé sobre la mesa y vomité algo de ron y ponche. O cualquier cosa. Me quité la chaqueta, encendí la televisión. Estaban dando carreras de la Nascar. En el sillón intentaba parar todo el movimiento. Era imposible. Bajaba, subía.

Empecé a temblar, sentí vértigo, miedo y asco. Fue cuando escuché la puerta abrirse. Mi salón se llenó de metralletas. Me apuntaban todas. Un policía me cogió del cuello y otros dos de los brazos. No se llegaron a dar cuenta de cómo toda esa espuma caía sobre la moqueta de diseño.

Cuando caí al suelo ya no veía nada.

2 comentarios:

antony bennet dijo...

no pienso re-comentar el comentario

tu dios debe de esatr loco y tu le sigues como un acolito alcoholico. no es que lo censure, es que tengo envidia al ser tan poco

un besazo

Balooart dijo...

Esa forma de hablar mientras exhala el último resquicio de aire en los pulmones me recuerda a un pez dando bocanadas fuera del agua...

A ti te beso fuerte.