martes, 13 de septiembre de 2011

Bala a Bala

El disparo que debería haberse alojado en alguna parte entre mis costillas atravesó su pecho. El tiempo se detuvo mientras el corría para atrapar la bala. Cayó de espaldas a mí y pronto la sangre rodeaba su cuerpo inerte en el suelo.

Quise gritar. Pero no encontraba mi voz en ninguna parte. El eco del disparo parecía no desaparecer. Mi cabeza latía, mi cuerpo latía y mis ojos que al principio no veían, vieron pronto la pistola de mi compañero en el suelo y también a su asesino que me apuntaba de nuevo. Pero vi todo con un solo vistazo, en segundos ya agarraba la pistola y una bala voló hasta estallar en su cuello, haciendo que mucha sangre saliera disparada hacia el suelo, con un gran chorro.

Corrí hacia mi compañero rezando para que no fuera tarde. Mientras buscaba en el pantalón mi móvil. Respiraba con dificultad. Mirándome. La ambulancia estaba de camino, pero sus ojos se cerraban lentamente. Quizás lloré mientras puse mi cabeza sobre su pecho (que aún sangraba) y sentí latir su corazón de forma pausada.

Fue cuando cogí de nuevo la pistola y vacié el resto del cargador en la cabeza de ese hijodelagranputa. Bala a bala. Pronto una masa uniforme de huesos y pedacitos de cerebro es lo que quedó de su cara.

Comprendo que me quitaran la placa el mismo día que me quitaron a mi compañero. Pero no creo en sus informes y que me etiquetaran de perturbado. Por hacer justicia. Por ver la sangre del que yo quería en el suelo, cuando ya no tendría compañero que me salvara la vida.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Lavativa política

A la hora de cenar me trajeron de nuevo aquel yogurt. Pensé que si volvía a tomarme uno cagaría mis putas tripas al día siguiente. Pero me lo comí, no podía moverme, no podía decir a nadie que se metiera ese yogurt por el culo, quizás mañana ni tan siquiera tendría esa lavativa de danone para la cena.

Cuando estas atrapado, inmóvil y dependiente aprendes a no quejarte. Aprendes a valorar la mínima muestra de solidaridad y a veces debes conformarte. Sonríes con la mínima migaja de ayuda, aún no queriéndola, aún no gustándote; agradeces el gesto.

Pero no es lo mismo que te hagan sentir dependiente y que para colmo te den mierda a la hora de comer. Que te obliguen a agradecer desperdicios y parecer contento por el trato. No es lo mismo que te conviertan en pobre por cifras de un cuaderno.

Cuando cada cuatro años se abren las urnas veo como millones de personas se acercan para depositar un papel con el nombre de su camarero de mierda favorito, buscando entre las opciones la ración menos olorosa o más consistente.